lunes, 31 de enero de 2011

Buscando Priístas

ESTA COLUMNA NO TIENE DESPERDICIO... Atte El Conde Abraxas


Buscando Priístas
Por Ezra Shabot



Ezra Shabot. Buscando priístas. El modelo de partido único que funcionó en México desde 1929 y hasta 1997, cuando el PRI pierde la mayoría en la Cámara de Diputados, construyó una clase política a nivel nacional que no se desintegró al perder la Presidencia del país en el año 2000. De hecho, la transición democrática mexicana se aceleró en forma notable a partir de la fractura interna que se produjo en 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y otros rompieron con la línea neoliberal modernizadora de Carlos Salinas y compañía. Desde la fundación del régimen unipartidario, fueron las disidencias internas las que golpearon a un sistema basado en la ciega disciplina hacia el monarca sexenal. A partir de ese momento, la oposición de izquierda y, en algunos casos, el propio Partido Acción Nacional, se dedicaron a ubicar a aquellos políticos que de una u otra forma llegaron a la conclusión de que el PRI los había traicionado o excluido, y que en función de eso podían saltar al lado contrario, arropándose en la bandera de la democracia y el fin del partido hegemónico. En un principio, las líneas de ruptura eran claras y estaban ligadas a una concepción político-ideológica de democracia y justicia social, la cual se fue desvaneciendo paulatinamente hasta reducirse a la capacidad de demostrar la suficiente fuerza electoral como para vencer al PRI en un ejercicio de pragmatismo político extremo.



Esta práctica de “cachar” priístas con la posibilidad de convertirlos en candidatos ganadores surge de la ausencia de una reforma profunda al interior del PRI. A falta de un jefe máximo que concilie voluntades e imponga decisiones, el PRI no ha sido capaz de construir un modelo democrático de elección interna que convenza al perdedor que debe someterse al escrutinio de militantes o delegados, y no abandonar las filas en caso de perder. Los más recientes casos de Mario López Valdez, en Sinaloa, y Ángel Heladio Aguirre Rivero, en Guerrero, ilustran claramente la carencia de instrumentos legítimos para escoger candidatos en este partido.



El poder del PRI en algunos estados sigue siendo enorme, y su maquinaria electoral, efectiva, siempre y cuando esté aceitada por recursos económicos que le permitan funcionar. El establecimiento de alianzas PRD-PAN con abanderados ex priístas demuestran la debilidad de una democracia que aún no genera cuadros propios alejados de la vieja tradición caciquil del PRI. Para los priístas que brincan hacia el campo opositor, se trata de una estrategia cuyo objetivo es llegar al poder una vez que consideran agotadas sus posibilidades dentro del partido. No hay ahí la intención de un proyecto transformador y arriesgado como el de Cuauhtémoc Cárdenas, sino el frío cálculo de que la dirigencia priísta se equivocó al no elegirlo candidato.



Y es éste el otro problema con el que puede enfrentarse el PRI en el Estado de México, además de una eventual alianza opositora. Un candidato fuerte y popular como Eruviel Ávila, se enfrentará a dos figuras de peso como Alfredo del Mazo y Luis Videgaray en una elección de delegados en donde, en principio, todos se someterán al resultado de este proceso. Sin embargo, este compromiso de unidad partidaria puede romperse en la medida en que uno de ellos perciba que los dados están cargados hacia el ganador por parte del gobernador Peña Nieto. Es esto lo que pasó en otros estados, en donde la decisión no satisfizo al derrotado y lo llevó a cambiar de partido.
Para panistas y perredistas en el Estado de México, la posible existencia de un disidente priísta trastocaría toda la situación actual, debido a que un candidato proveniente del tricolor sería mortal para el proyecto Peña Nieto, y a su vez consolidaría la coalición entre la derecha y la izquierda por simple pragmatismo. La ausencia de una institucionalidad democrática en la selección de candidatos sigue siendo el talón de Aquiles del PRI y una gran ventaja para panistas y perredistas que siguen apostando a la fractura del otrora partido de Estado como la fórmula más segura para ganar elecciones.